Se reanudó el encuentro de las comidas del Foro, tras el paréntesis del verano, con la intervención del prestigioso economista Fernando Fernández Méndez de Andés, profesor y catedrático de algunas Universidades madrileñas, pero más conocido para todos por sus intervenciones en algunas tertulias de radio televisión, en las que siempre ha dejado patente su capacidad para divulgar los asuntos económicos con enorme claridad y buen tino y cuyas máximas dejó patente en su intervención en el almuerzo del Club de Campo y en el amplio coloquio que le siguió a continuación.
Comenzó el profesor Fernández explicando que él veía muy mal la situación económica de España y de la mayoría de los países de nuestro entorno, no sólo por las cifras de paro, por el déficit de varios países, sino por la absoluta sequía de capitales, llegando a la conclusión de que esta profunda crisis no ha terminado ni ha tocado fondo como se aprestan algunos economistas cercanos al Gobierno a vociferar de vez en cuando.
Señaló tres puntos básicos en la crisis general que padecemos. Primero se refirió a la importante crisis financiera que todos padecemos, sin que España se convierta en una salvedad. Como segundo punto de importancia señaló la crisis monetaria en la que está el Euro, que llega a poner en cuestión el sistema de la Unión Monetaria Europea y en tercer lugar señaló, como especial en su gravedad, la crisis empresarial española. A pesar de ello, vio como positiva algunas de las declaraciones manifestadas por el Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, a lo largo del verano y tras la reciente visita a Nueva York, en la que se reunió con distintos prebostes de la economía mundial. Fernando Fernández quiere ver cierta “reconversión” en los postulados que hasta ahora ha pregonado ZP y cierto “reformismo” en algunas declaraciones de miembros de su Gobierno.
Entendió Fernando Fernández que nunca, en la reciente historia de nuestro país, ha habido mayor aceptación social para hacer sacrificios importantes en todos los estamentos de la sociedad española y estar dispuestos a aceptar ajustas fiscales, reformas laborales y rebajar los costes del despido, pero a pesar de ello, se mostró escéptico por la falta de decisión del Gobierno para enfrentarse a reformas estructurales y seguir gobernando con cierto grado de complacencia para afrontar una crisis que arrastramos, de verdad, desde los dos últimos años del gobierno de Aznar,al cual con la huelga general del 2002 se le acabó el ímpetu reformista que había caracterizado a sus gobiernos.
Alejandro Daroca